AGITADORAS

PORTADA

AGITANDO

CONTACTO

NOSOTROS

     

ISSN 1989-4163

NUMERO 02 - MAYO 2009

Juegos de Bebé

David Roas

Era nuestro juego secreto. Lo habíamos inventado una mañana en que yo no quería ir al cole. Ese día, mamá vino a mi habitación y me dijo que me levantara y me vistiera, que iba a llegar tarde. Pero yo tenía mucho sueño, quería seguir durmiendo, y me quedé tumbado en la cama, haciendo como si no la hubiera oído. Entonces mamá entró en la habitación, se acercó a mi cama y me tocó en el hombro, mientras me decía dulcemente Venga, levanta, que sé que estás despierto. Como yo seguía haciéndome el dormido, ella fingió que le hablaba a un niño pequeño. Así que ahora tengo otra vez un bebé, ¿no? Pues entonces tendré que vestirlo, porque él no sabe hacerlo. Yo me moría de risa, porque mamá ponía una voz tonta. Pero no dije nada, ni me moví. Me gustaba que me vistiera. Entonces fue cuando inventamos el juego: ella empezó a vestirme como si yo fuera un bebé muy pequeño y no supiera hacerlo. A ver, primero el bracito derecho; ahora el izquierdo. Cuidado. Ahora los pantalones: pierna derecha, pierna izquierda. Muy bien. Qué bebé tan bueno tengo. Yo tenía que apretar mucho los labios para no reírme. Y mamá también se divertía. Yo la miraba con los ojos casi cerrados (para que pareciera que seguía dormido). Mamá reía, muy feliz. El juego terminaba cuando, después de ponerme toda la ropa, me hacía cosquillas. Y entonces yo ya no podía aguantarme más y me echaba a reír y también le hacía cosquillas a ella.

Hoy hemos vuelto a jugar. Hacía mucho tiempo que no lo hacíamos. Fue por mi culpa: me puse enfermo y, aunque yo quería, mamá me dijo que no estaba para juegos, que cuando me pusiera bueno volveríamos al juego del bebé (así lo bautizamos, entre risas, el día que lo inventamos). He estado enfermo muchos días, con fiebre y muchos dolores de cabeza. Pero hoy no me duele. Ya debo de estar bien. Pero lo raro es que mamá ha empezado el juego sin mí. No es justo, porque siempre lo hacemos igual: mamá me llama, yo me hago el dormido y ella, sonriendo, empieza a vestirme despacio, mientras me habla suavemente y me dice que voy a hacerme un niño muy grande y muy listo, que me quiere mucho... Pero es raro que ella haya empezado a jugar cuando yo estaba dormido. No la he oído llamarme, ni entrar en la habitación. Tampoco recuerdo cómo me he despertado. Pero al abrir los ojos he visto que mamá me quitaba el pijama. Entonces es cuando me he puesto muy contento, aunque mamá nunca había empezado a jugar sola. Es igual, lo bueno es que volvemos a jugar. Lo echaba de menos.

Me gusta tanto que mamá me vista. Y me gusta tanto mirarla mientras lo hace. Aunque hoy parece triste. La miro sin que se dé cuenta y veo que en su cara hay lágrimas. Pero no dice nada y sigue con el juego. Es raro. Me gustaría decirle algo, abrazarla. Pero me hace tanta ilusión volver a jugar con ella otra vez después de tanto tiempo, que no digo nada. Tampoco me muevo. Hay que respetar las reglas, eso es lo que siempre dice mamá. De pronto, empieza a llorar muy fuerte y se marcha. Yo me quedo inmóvil, esperando que vuelva. Quizá debería levantarme y vestirme yo solo. A lo mejor no tiene ganas de jugar. ¿Pero entonces porque ha empezado ella sola? Puede que también esté enferma, yo lloraba mucho por culpa del dolor de cabeza. Pero mamá es muy fuerte y seguro que se cura rápido.
Mamá vuelve acompañada de papá. Él también parece triste. Me parece que ha llorado. Pero no me gusta que lo haya traído. El juego del bebé es nuestro juego. Papá nunca jugaba. Y, además, reñía a mamá por hacerlo: Lo vas a atontar con esas cosas, mujer. Ya no es ningún bebé. Haz que se vista él solo y que baje a desayunar sin tantos remilgos. Papá es muy serio, siempre me dice lo mismo, que ya no soy un niño pequeño. Con él juego al fútbol, a la consola, pero el juego del bebé es de mamá y mío. Pero no puedo hablar y decirle que se vaya, rompería las reglas.

Mamá y papá discuten en la puerta de la habitación. Ella le pide que entre y él dice que no quiere. Mejor. Mamá empieza entonces a llorar otra vez, y papá le dice que intente calmarse. Mamá se acerca a la cama y coge los pantalones para ponérmelos. Yo sigo sin moverme. Entonces, papá la agarra del brazo y le dice, casi gritando, No sé por qué tienes que vestirlo tú. No me gusta que papá le grite a mamá. Lo hace muy pocas veces, y cuando lo hace mamá se pone muy triste. Como ahora. Pero mamá no grita, sólo dice Es mi hijo, lo vestiré si me da la gana. Papá se marcha (seguro que al salón, a ver la tele, como hace siempre que se enfadan). Mamá se sienta en la cama y sigue vistiéndome. Casi se me escapa una sonrisa. Entonces empieza a hablarme, como siempre. Al principio lo hace con una voz seria, entre lágrimas, pero enseguida se calma y pone la voz tonta que a mí me gusta. Hoy me habla más de lo normal. Algunas de las cosas que dice no las entiendo. Ellos decían que mi bebé no se iba a curar, pero estaban todos equivocados. A ver, ahora la piernecita izquierda, ahora la derecha. Muy bien. Te he puesto el traje de la primera comunión, estabas tan guapo. Pronto te harás un niño muy gran... Mamá suelta la pierna del pantalón, se pone una mano en la boca y empieza de nuevo a llorar. Entonces, se levanta y sale corriendo de la habitación.
No me atrevo a moverme mientras mamá está fuera. A lo mejor me oye y ya no quiere seguir jugando. Y yo quiero jugar. Llevaba muchos días sin hacerlo. Ahora me acuerdo de que en el hospital (es verdad, una noche me llevaron a un hospital, y no me gustaba) mamá también lloraba. Y que un día le pegó una bofetada a papá. No sé qué le dijo él, pero mamá le pegó y dijo muy seria Mi hijo se recuperará.

De golpe, me acuerdo del hospital. Una noche en casa me desperté con mucho dolor de cabeza. Y tenía mucho calor, estaba sudando. Llamé a mamá. Ella vino y le conté lo que me pasaba. Me tocó la frente y llamó gritando a papá. Mientras me acariciaba el pelo, me dijo que me calmara, que todo iría bien. Entonces papá entró en la habitación y también me tocó la frente. Y salió corriendo. Le oí que hablaba solo (debía llamar por teléfono). Mientras tanto mamá me ponía la ropa, muy rápido (no estábamos jugando al juego del bebé). Cogimos el coche. A mí siempre me  gusta ir en coche con papá y mamá, pero ese día me mareé y vomité. Pedí perdón, y mamá me dijo llorando que no me preocupara, que ya lo limpiaría. Cuando llegamos al hospital me metieron en una cama con ruedas y me llevaron a una habitación. Un médico (no me gustan los médicos) me miró los ojos, me metió un termómetro en la boca y se puso a hablar con mis padres. No oí lo que les decía, pero los dos me miraron con una cara rara. Mamá empezó a llorar.

Creo que allí pasé muchos días. Muchos días sin cole y sin el juego del bebé. Me metieron en un tubo grande de metal. Mamá dijo que era para mirarme la cabeza por dentro, que no me preocupara, que eso me curaría. Cada día, unas señoras de blanco (enfermeras, hijo, se llaman enfermeras) me cambiaban la ropa y me lavaban, pero no era lo mismo que cuando lo hace mamá. Yo no quería que ellas me tocasen y le pedía a mamá que lo hiciese ella, pero mamá me miraba y me decía que no me preocupara, que ellas sabían hacerlo muy bien. ¿Y el juego del bebé? Cuando volvamos a casa, jugaremos, ahora pórtate bien. Las enfermeras también me daban pastillas y me pinchaban. Un niño tan grande como tú no tendrá miedo, ¿verdad? Yo les decía que no, pero las agujas me daban miedo. Pero no quería que me vieran llorar. Y menos papá, porque volvería a reñirme y a decirme que no me portara como un niño pequeño. Un día que me dolía mucho la cabeza me pusieron un tubo en el brazo y unos tubos muy finos en la nariz. Pero de eso casi no me acuerdo. Un día me despertaron los gritos de mamá. Le gritaba a un médico. Es mi hijo y quiero que vuelva a casa, no me importa lo que usted diga, me lo llevaré. Quiero estar con él. Entonces me llevaron a casa (esta vez no vomité en el coche). Pero no me acuerdo de lo que pasó después. Debo haber dormido muchos días seguidos.

Mamá ha vuelto. Sigue vistiéndome, pero en silencio. Cuando acabe –y termine el juego del bebé- me gustaría pedirle que me bañe. Ese es otro juego de bebé. El baño. También es muy divertido, pero me parece que hoy no jugaremos. Mamá no se encuentra bien. Cuando acaba de ponerme la ropa, me pasa la mano por el pelo. Su mano es suave y cálida. Me mira fijamente. Ahora me gustaría abrazarla, pero el juego todavía no ha acabado. Todavía no me ha hecho cosquillas. Recoge mi pijama, lo abraza contra su pecho y sale de la habitación.

Llevo mucho rato esperando. Oigo voces fuera de la habitación, las de papá y mamá y las de alguien más. Las otras personas también lloran (¿será por la pelea de papá y mamá?). Me parece reconocer la voz de la abuela. Pero no me apetece ver a nadie. Lo único que quiero es que vuelva mamá y termine el juego. Pero mamá no vuelve.

Me parece que todavía debo estar enfermo, pues quiero moverme y no puedo. Ni tampoco hablar. Tengo miedo.

Juegos de Bebé
Foto: Sara Saudkova

@ Agitadoras.com 2009